(Dirigida por Fernando Espinosa & Alejandro Legaspi – Perú 1989)
Juliana (Rosa Isabel Morfino) es una chiquilla de 12 años que se gana la vida de aguatera en un par de cementerios en el Centro de Lima. En casa el dinero suma para ayudar a sus pequeños hermanos y a mamá que se desempeña durante el día de vendedora ambulante. Pero de qué vale tanto esfuerzo si su padrastro solo piensa en la viveza, creerse bacancito, tomar licor y maltratar a su madre y a ella. Harta de esta situación, escapa de la casa y descubre una guarida donde un tal Don Pedro (Julio Vega) se dedica a explotar niños sin padres en diversas tareas que generan dinero como cantar en los buses o sencillamente robar. Para ser aceptada, solamente le queda convertirse en Julián, un chiquillo aparentemente pendejo que de ahora en adelante va compartir su vida con niños con una historia similar a la suya: padres pegalones y falta, mucha falta, de amor.
Es la 5ta o 6ta vez que veo Juliana desde su estreno el año 1989. Ha pasado el tiempo pero su vigencia se mantiene y a mi criterio se encuentra entre las 10 mejores películas peruanas de todos los tiempos. Verla una vez más implica quedar fascinado con la actuación de los niños, es tan natural que hasta uno piensa que realmente vivieron todo lo que le cuentan al personaje de Juliana. La banda sonora del filme es excelente y la canción final tiene una letra maravillosa, por ejemplo esa parte que dice: “Quiero cantar como un pájaro, que se terminen mis penas, que vengan todos mis causas a pelear por nuestra vida, que venga toda mi gente y no nos falte comida, que vengan todos mis patas y hacernos buena la vida… Queremos cambiar el mundo, sentir su calor profundo, que no haya ningún mandón que nos destroce la vida, queremos decir al mundo que cante con alegría y como si bacilón abrirles el corazón”. La película expone muchos de esos temas de nuestras sociedades latinas: los racistas, los soplones, los chismosos, los abusadores pero a la vez tiene un grito de esperanza en el final de la película que revela que también tenemos gente solidaria, unida por un ideal de que en grupo se pueden lograr más cosas y por último soñadores. Como dice el personaje del Loco en la línea final de la película: Uno puede soñar lo que quiere, con tal la vida está hecha con la misma tela con la que se hacen los sueños.
Información del Autor: David Cotos (Lima, 1978). Estudió Economía en la UNALM. Ha formado parte de dos Antologías de cuentos en Argentina, una publicada el 2006 en Lanús y otra el 2015 en Buenos Aires. En Perú publicó un libro de cuentos titulado «Una mujer sin historia» bajo el sello de Editorial Casatomada. Desde el 2007 escribe una serie de blogs sobre cine, entre los que destaca “Cine para usar el Cerebro”, con el cual el 2012 gana en España el Premio Internacional a Mejor Blog de Cine y Televisión organizado por el Diario 20 minutos. Recibe también la Marca Perú (licencia de uso) por el Proyecto Observando Cine. Ha publicado siete libros en Amazon, convirtiéndose “El amor es como un pan con mantequilla” el de mayor suceso (Best Seller Abril 2013).
Deja una respuesta