Hay películas excelentes, muy buenas, buenas, pasables, malas, horribles, execrables, y de David Lynch; y luego hay películas «bonitas». No se sabe muy bien qué hace que una película sea «bonita» sin ser necesariamente buena, igual que no se sabe muy bien qué le hemos hecho los espectadores a David Lynch. Pero sí pueden enumerarse algunas cosas que una película debe tener para al menos optar a la categoría de «bonita»: una fotografía dorada, una música envolvente, un tono nostálgico, una historia tierna y unos actores atractivos.
– Daniel Andreas
Hoy cayó en mis manos una de ellas, “Flipped”, una de las últimas obras (2010) y también de las más humildes y desconocidas de Rob Reiner. Autor de la entrañable “Stand by me” (1986), en “Flipped” aborda de nuevo la infancia, y lo hace volviendo a mirar como un niño. Recupera su visión maniquea y su capacidad para sorprenderse ante la belleza de los atardeceres. Pero sobre todo resucita su inocencia, esa capacidad de alojar un halo de esperanza sobre cualquier héroe o villano que nos rodee. Y con esta “inocencia” vuelven la sencillez, los sueños, los ideales, la pasión, el amor y la Vida. Si Juli se servirá de un cuadro para no olvidar el camino de la Vida cuando se enfrente a los retos en la que los años le irán sumiendo, bien podría servirme yo de “Flipped” para el mismo propósito.
Toda esta energía que desprende sobre la pantalla el personaje brillantemente interpretado por la joven Madeline Carroll se volcará sobre su vecino de enfrente, Bryce. Incondicional, iluso, obsesivo, silencioso, doloroso, inocente, desinteresado, irremediable… Así es su primer amor –y el de (casi) todos–. Me atrevo a asegurar, aún bajo el aura de idealismo en que esta película me ha sumergido, que no deberíamos conformarnos con amar en la vida de otro modo –amemos lo que amemos.
Por todo ello acabo viendo reflejado en el rostro de Madeline Carroll el de Juno Temple, y en el sicomoro que Bryce planta, la hoja que Nemo Nobody hace volar para cambiar su suerte. Anna… Y respiro aliviado con una sonrisa de oreja a oreja recordando el destino del protagonista de una de mis películas favoritas, “Mr. Nobody” (Jaco Van Dormael, 2009).
Hace mucho tiempo que deseo comentar esta obra, “Mr. Nobody”, pero no ha sido hasta revisionarla por cuarta o quinta vez cuando me he sentido preparado. Lo más interesante cuando uno se embarca en una aventura lynchiana es ser pacientes, tomar conciencia de que sólo revisionando la cinta, y tras reflexionar sesudamente esa primera experiencia, uno podrá disfrutarla plenamente. Recuerdo que la primera vez que vi “Mr. Nobody” fueron las imágenes, la música, Juno Temple, Jared Leto, las reflexiones que bordean los límites entre lo físico y lo filosófico y un final tan original como incomprensible y aparentemente feliz lo que me cautivó. Pero de la historia, no había entendido ni papa.
Así que confío en que el lector halle el modo de visionar este complejo y vitalista filme que próximamente trataré de desgranarle. Prepárese para la batalla…
Información del autor: Miguel García-Boyano es un cinéfilo amante del cine dentro del cine. Proyecto de médico por la prestigiosa Universidad Complutense de Madrid. La definición más acertada que puede dar de sí mismo es a través de tres de las películas que más vueltas le han hecho dar a su cabeza: «It’s a wonderful life» (Frank Capra, 1946), «American Beauty» (Sam Mendes, 1999) y “La vie d’Adèle” (Abdellatif Kechiche, 2013).
mari-pi-r dice
Creo que me iba a gustar, a ver si la encuentro, Gracias por ello.
Margari dice
No la conocía. Y creo también que me va a gustar. La buscaré.
Besotes!!!