“… Sus ojos refulgían, repitió mi padre, concentrado, las manos en el timón. Sus ojos me miraban como nunca nadie me había mirado. Y entonces mi respuesta, mi respuesta interna, era sobre todo de agradecimiento. Agradecimiento porque sabía que esa era una mirada como de bondad, una mirada que demostraba que valía la pena seguir vivo, que aunque todo el mundo se fuera a la mierda, había ahí una persona en la que podía confiar”
Pablo es un apostador de caballos, pero no uno improvisado, es un profesional, o sea de los que no faltan a ninguna carrera, tienen un método riguroso para el estudio de cada programa para finalmente trazar una estrategia vencedora. Gracias a esta habilidad logra vivir de las apuestas por un par de años. Sin embargo pasado este tiempo ya las cosas no salen como antes y lo peor el matrimonio con su mujer Emilia se va por un tubo. Es en esos difíciles momentos que decide ir al psiquiatra, un tipo que siempre se encuentra presto a escucharlo y recetarle unas pastillas para olvidar el presente (o quizá el pasado “glorioso”).
Es yendo al consultorio del psiquiatra que conoce a la hija de este: Adriana. Una joven, de mirada desafiante y curiosa, que oculta una historia secreta que está próxima a ser abierta solo para Pablo.
¡Genialidad! Austin, Texas 1979 es de las mejores novelas que vengo leyendo estas semanas. Confirmando el mejor momento de la literatura peruana. Dividida en tres partes, una en el conocimiento de Adriana, otra en la historia de su padre y el desenlace con el conejo gris nos encontramos ante la historia de un hombre que ha fracasado en su matrimonio y no solamente ahí, vive la crisis de los 30 años, no sabe qué le depara el futuro, su cuerpo y fuerzas ya no son las mismas de antes, la mirada acerca del mundo tampoco.
Francisco Ángeles es un detallista al máximo. Un detallismo particular: que tú vayas acompañando cada momento, hacerte sentir que estás ahí con Pablo, eres su amigo y te compenetras con su drama. Es como si Pablo te contará su historia o inclusive viajaras en taxi a los lugares y situaciones que él vive o le cuentan. Ángeles tiene varios párrafos memorables que te hacen pensar, reflexionar, romperte el coco, que te invitan a cuestionarte algún tema, repensarlo. Una frase: “Quizá la única manera en que un sentimiento puede considerarse máximo, dijo, quizá su imprescindible condición, es aceptar desde el principio que en el fondo se sigue una vía segura hacia el dolor”. Otra que me gusta mucho: “Yo quise crear un espacio, un espacio que fue aquí, …, un espacio que fuera como una suspensión del mundo de afuera, que no siguiera las leyes criminales que rigen el mundo de afuera. Como un mundo paralelo donde lo importante (fuera) conocernos, convivir, construir relaciones distintas a las que suelen ocurrir allá, al otro lado de la puerta. Sin competitividad, sin egoísmo, sin pasar por encima del resto. Crear algo nuevo, eso es lo importante, eso será siempre lo importante”.
No olvidar la intensidad de la memorable segunda parte del libro y el inesperado final.
Información del Autor: David Elías Cotos Espinoza (Lima, 1978). Estudió Economía en la UNALM. Ha formado parte de dos Antologías de cuentos en Argentina, una publicada el 2006 en Lanús y otra el 2015 en Buenos Aires. En Perú publicó un libro de cuentos titulado «Una mujer sin historia» bajo el sello de Editorial Casatomada. Desde el 2007 escribe una serie de blogs sobre cine, entre los que destaca “Cine para usar el Cerebro”, con el cual el 2012 gana en España el Premio Internacional a Mejor Blog de Cine y Televisión organizado por el Diario 20 minutos. Recibe también la Marca Perú (licencia de uso) por el Proyecto Observando Cine. Ha publicado siete libros en Amazon, convirtiéndose “El amor es como un pan con mantequilla” el de mayor suceso (Best Seller Abril 2013).
Margari dice
Pues tiene muy buena pinta. Estaré atenta, a ver si llega por aquí.
Besotes!!!