(Dirigida por Susanne Bier –Dinamarca, 2012)
– Finalmente Ida, tengo la obligación de decirte que pienses en una reconstrucción mamaria.
– No, no creo.
– ¿Tú esposo está de acuerdo en eso?
– ¿Leif? Creo que sí. Leif me ama como soy, siempre y cuando le haga puding de limón una vez por semana. Le importa más los valores internos. Dudo que haya notado que me falta un seno.
Este es el diálogo que abre el film, con el que se nos presenta a Ida (Trine Dyrholm) y con el que se nos sitúa como espectador en una consulta cualquiera, de una mañana cualquiera, de un día cualquiera.
Cuando Ida vuelve a casa, cargada de limones, encuentra a su marido con una joven. Nuestra protagonista, casi sin poder creerlo, intenta mantener la calma, porque en unas horas debe despedir a su hijo que va a combatir a la guerra y porque en unos días debe preparar la boda de su hija que se casa en Italia.
Será en el mismo parking del aeropuerto cuando esa calma se agrieta y accidentalmente, choca con el automóvil de Phillip (Pierce Brosnan), que también viaja a Italia porque curiosamente, es el padre del novio de su hija.
A partir de aquí el espectador se ve envuelto en una explosión de colorido y de dulces melodías, de cielos rosados, de los azules intensos del mar, de los jardines de limones que rodean una antigua villa en Sorrento en la que se celebrará la boda de la joven pareja.
En este edulcorado ambiente, los personajes y también quizá los espectadores, acaso nos vemos un poco forzados a concedernos un respiro, un alto en el camino, un descanso al corazón, un amanecer en silencio, esa sensación de renacer al bañarse completamente desnudos en unas aguas frías, en definitiva, una segunda oportunidad.
Sabemos que no será fácil y que en el proceso habrá que tomar difíciles decisiones como Ida, descargarnos del pasado como Phillip, afrontar los verdaderos sentimientos como el joven novio y distinguir el amor de las ansias de amar como la valiente novia… pero aprenderemos la lección, y la próxima vez que la vida nos dé limones, nos haremos un buen zumo.
– […] el sólo hecho de que nos hayamos conocido, me hace muy feliz, al menos a mí. Y estaré feliz el tiempo que tenga el placer de tu compañía, así sean diez minutos, dos años, o treinta años.
Información del Autor: Mar G. Hortelano es licenciada en Filosofía y en Lingüística por la Universidad Autónoma de Madrid. Interesada por la relación entre la literatura y el cine cursó los doctorados de Historia del Cine y de Géneros Literarios respectivamente. Su pasión por la traducción y la cultura escandinava, lo podemos disfrutar en el Blog «Arde Escandinavia«, le ha llevado a especializarse en literaturas y cinematografías nórdicas colaborando actualmente con varios medios.
CHARO dice
Esta peli parece interesante, tiene todos los «ingredientes» que me gustan así que trataré de verla.
Carolina dice
Hola David, que interesante pelicula, jamas oi hablar de ella pero tengo que verla ya, y tambien voy a ir a ver el blog que recomendas. Gracias, un beso.
Felicidad Batista dice
No he visto la película. Pero el comentario ha hecho que me interese. Es un artículo en sí ameno en la lectura y sugerente en las imágenes, los colores y el aroma sorrentino a limones. El tema, la primevera cuando llega en otoño, el amor o las emociones que arriban cuando no se las busca ni se las espera.
Un excelente comentario. Felicitaciones a su autora Mar G. Hortelano
Mar dice
Gracias Felicidad, por la generosidad en tu comentario 🙂
Un abrazo, Mar G. Hortlano
Ricardo Tribin dice
Al regresar de un retiro temporal vacacional te dejo un abrazo muy especial.
carlos augusto pereyra martínez dice
ESta película de Bier, es de esos filmes predecibles. La historia tiene un matiz melodramático, pero por ello no se puede descalificar del todo. Brosnan, jugando a lo que sabe: seducción. UN abrazo. Carlos
Mar dice
Muchas gracias a tod@s por vuestras amables palabras. Será un placer encontrarse por aquí.
Saludos, Mar G. Hortelano
LOLA RAMIREZ QUIJANO dice
Muy linda película y en mi opinión, acierta la autora cuando se trata de interpretar sentimientos y dirigirnos sutilmente a liberarnos de cosas que sucedieron en el pasado, pero que todavía duelen.