Hace mucho tiempo que deseo comentar esta obra, “Mr. Nobody”, pero no ha sido hasta revisionarla por cuarta o quinta vez cuando me he sentido preparado. Lo más interesante cuando uno se embarca en una aventura lynchiana es ser pacientes, tomar conciencia de que sólo revisionando la cinta, y tras reflexionar sesudamente esa primera experiencia, uno podrá disfrutarla plenamente. Recuerdo que la primera vez que vi “Mr. Nobody” fueron las imágenes, la música, Juno Temple, Jared Leto, las reflexiones que bordean los límites entre lo físico y lo filosófico y un final tan original como incomprensible y aparentemente feliz lo que me cautivó. Pero de la historia, no había entendido ni papa.
En alguna de las entrevistas que Jaco Van Dormael había dado sobre “Mr. Nobody”, y que compulsivamente miré recién terminé de verla, recuerdo haber leído que compuso su guión trazando varias historias posibles paralelas, dividiéndolas en cientos de escenas y luego mezclándolas a su antojo. No es ni mucho menos indispensable reconstruirlas para disfrutar de esta película; en todo caso, al revés. Habrá seguramente interpretaciones cronológicas y formales de la historia varias, y no es quizá lo más importante dar demasiadas vueltas a la cabeza tratando de dirimir cuál de ellas es la correcta, pero sí creo conveniente dar una decente explicación de la logística que rige “las vidas posibles de Mr. Nobody” para poder aspirar más tarde a debatir con el lector cuestiones aún más ricas de contenido que encierra este filme.
Antes de nacer, y a diferencia del resto de niños, los ángeles olvidaron poner su dedo sobre la boca de Nemo Nobody. Este fallo es la razón por la cual Nemo es capaz de presagiar lo que le va a ocurrir en función de qué decisión tome. Durante la película Nemo tiene nueve años y sus padres están a punto de separarse para siempre. Él ha de escoger entre ellos. Asistimos a los distintos caminos que podrá seguir según tome unas u otras decisiones en su vida, la primera de las cuales ocurre en ese momento actual en que se desarrolla la película, enfrente del tren, tomado de la mano por su padre y por su madre.
Si se fuera con su padre, su vida se barajaría entre dos mujeres, la inestable Elise y la aburrida Jean. Ello dependería de cómo se comportara cuando, después de besar a Elise a la salida de una fiesta, volviera a verla a su casa.
– Si, tras ver a Elise con el chico del que está enamorada, huyera en moto sin mediar palabra alguna, sufriría un accidente que acabaría con su vida.
– En cambio, si al llegar no los viera juntos, entonces se atrevería a declarar su amor a Elise, pero ésta le rechazaría, a lo que Nemo podría responder de dos maneras distintas que le acarrearían consecuencias muy diferentes.
– En el caso de que aceptara este rechazo, decidirá casarse con la primera chica que baile con él esa noche, que será Jean. Su vida con ella será infeliz, y el devenir de los acontecimientos acabará con su asesinato, confundido por otra persona, en una bañera.
– Sin embargo, si resistiera y reafirmara su amor por Elise, ella acabaría siendo el amor de su vida. Durante su boda, se dirimiría el siguiente posible giro de su destino.
– Podrían sufrir, recién nombrados marido y mujer, un terrible accidente de coche que terminara con la vida de Elise. Nemo cumpliría entonces la promesa de esparcir sus cenizas en Marte, al menos metafóricamente, plasmándolo con su máquina de escribir.
– Si tal desgraciado incidente no se produjera, habría de lidiar con la depresión crónica de Elise, que acabaría por abandonarle.
Descartadas estas trágicas opciones, mira a su madre, y en ella ve a la mujer con la que podría compartir su vida, Anna. Ello dependería de lo que ocurriera, una vez hubiera decidido irse con su madre, más adelante, cuando Anna le invite a bañarse con sus amigos.
– Si Nemo los llamara idiotas para evitar confesar que en realidad no quiere bañarse porque no sabe nadar, perdería a Anna para siempre. Más adelante se cruzaría con ella en la estación de trenes. Se saludarían y nunca más sabrían el uno del otro.
– En caso de hacer lo contrario, el amor entre Anna y Nemo se desarrollaría en toda su plenitud durante su adolescencia. La separación de los padres de uno y otro traería consigo la suya, no reencontrándose hasta pasados muchos años en la estación de trenes. Anna le daría a Nemo su número de teléfono; sin embargo, éste se emborronaría por culpa de la lluvia, perdiéndose la pista por siempre.
Es difícil elegir cuando no sabemos las consecuencias de nuestros actos, pero aquí Nemo nos demuestra que es a veces más difícil hacerlo cuando sí las conocemos. “En ajedrez –dice Nemo– se llama zugzwang, cuando el único movimiento posible es no mover”. Sin embargo, el Nemo de Jaco Van Dormael se guarda un as en la manga. Toma el camino del medio, sopla una hoja confiando en el poder del efecto mariposa y se va con su madre. Su amor por Anna da frutos, se separan, se reencuentran, pierde el número… Pero la corriente de aire provocada por esta hoja despertará a Nemo en el momento exacto en que Anna pasa por delante del banco en que se encontraba dormitando, posibilitando su reencuentro. Sobrevivirá a un accidente de coche a la salida de su trabajo en la televisión y morirá en el año 2092, a los 118 años, recordando con un periodista el día en que tomó la decisión más importante de su vida. El día de su muerte da la casualidad de ser el mismo en que tiene inicio el Big Crunch, así que poco después de exhalar su último aliento recomienza a vivir su feliz vida de adelante hacia atrás.
Una de las mejores formas que tuvo Van Dormael de definir “Mr. Nobody” fue que, ante todo, su obra era “una película de preguntas más que de cualquier otra cosa”. No podría estar más de acuerdo. Y no creo que ni siquiera él tenga respuestas para las mismas, y es que hasta el espectador más paciente, siempre bajo la condición de su curiosidad, se verá desbordado por los porqués que en este filme se nos plantean. ¿Y cuál es la salsa de la vida sino una infinidad de preguntas sin respuesta?
¿Es Mr. Nobody un afortunado de la vida por su condición de, llamémoslo, “no-silenciado”?
¿Quién no desearía descifrar las consecuencias de sus actos antes de llevarlos a cabo? ¿Pero dónde quedaría entonces ese equivocarse? ¿Dónde esa incertidumbre que nos mueve en el día a día? Y sin embargo, elegir a Anna es el único camino que nos asegura ser felices…
¿Está quizá el fallo del resto de vidas de Nemo en que basa su felicidad en lo que le rodea?
¿Y si no tuviera la virtud de predecir el futuro? ¿Y si fuera como nosotros, si tuviera que apechugar con sus “malas decisiones”? ¿Podemos escapar a las malas pasadas que nos juega el destino? ¿Dependemos de nosotros mismos? Nemo es capaz de cambiar sus circunstancias, que aparentemente son de las que depende su éxito, pero yo, ¿dónde debería colocar mi felicidad para asegurarme ser feliz, pase lo que pase? ¿Es eso posible?
¿Por qué ríe Mr. Nobody al final de la película, en su lecho de muerte?
¿Es porque va a reencontrarse con Anna, porque su vida ha sido tan plena que no sueña más que con volver a vivirla? ¿Y si yo tuviera la certeza de que el Big Crunch ocurrirá? ¿Y si viviera sabiendo estar condenado o bendecido a volver a experimentar cada instante de mi vida? ¿Haría una máxima del vivir como si cada día fuera el último día de mi vida?
Considerando la teoría del caos que aparentemente reina sobre las decisiones que toma Nemo y por extensión tomo yo, ¿cómo he de enfrentarme al proceso de decisión?
Según Sartre, para poder elegir es necesario conocer y comprender la problemática sobre la que uno se está moviendo; a la vista de la película esto no llega a ser posible nunca del todo, ¿existen las decisiones incorrectas cuando apenas podemos elegir? ¿Es acaso más interesante centrar mis esfuerzos en asumir las consecuencias de mis decisiones que en tratar de evitarlas? Mientras no decidimos, todo es posible, y cuando decidimos una parte de nosotros, uno de nuestros universos paralelos, muere para no volver jamás, ¿es por tanto decidir una maldición con la que tenemos que convivir? ¿Y si fuera posible abarcarlo todo? ¿Serlo todo? ¿Si los acontecimientos perdieran la obligatoriedad de renunciar a una parte de nosotros para su desarrollo, se devaluarían entonces?
Y, finalmente, la que considero que es la más importante de todas ellas… Si estuviera en mis manos, si me ofrecieran la posibilidad de rediseñar la vida, ¿lo haría?
¿Me gustaría poder saltarme alguna de las reglas del juego? ¿Cambiar mis circunstancias? ¿O como decía Quino, empezar la vida al revés? ¿Evitar acaso el deterioro físico de la vejez? ¿Ser capaz de aprender sin esfuerzo? ¿Erradicar el sufrimiento? ¿Encontrar un camino de baldosas amarillas que me lleve a Oz? Y para esta sí tengo respuesta, nada como estar en casa.
He ahí la riqueza que guarda para mí esta cinta, la vitalidad que irradia y que despierta en mi persona. El mimado producto de Jaco Van Dormael es una de las obras más completas que ha dado el cine en mucho tiempo. Ni siquiera un guión tan maravilloso –sin duda, el punto más fuerte de la película–, claro deudor de los videojuegos, hubiera sido capaz de mantenerse en pie por sí mismo. Podríamos decir también de “Mr. Nobody” que cuenta con “una fotografía dorada, una música envolvente, un tono nostálgico, una historia tierna y unos actores atractivos”, y aun así nos seguiríamos quedando cortos. Y es que su luminosa fotografía es capaz de, por sí sola, evocar en el espectador una permanente sensación de alegría. La música está compuesta por temas instrumentales originales de Pierre Van Dormael, hermano del director, y conocidas canciones de la música pop; inundada de melancolía, supone el contrapunto perfecto de la fotografía, funcionando ambas como un impecable equilibrio que se mantiene a lo largo de toda la proyección. Por si esto no fuera suficiente, encontramos a un Jared Leto que arrasa en su interpretación de Mr. Nobody. Es capaz de hacer creíble a un personaje múltiple y único al mismo tiempo, de transmitir un mismo espíritu a maquillajes tan diferentes. Remata su impecable actuación recreándose en el que quizá sea el más carismático personaje de todos, el de Nemo anciano. Las notables dotes interpretativas demostradas por Sarah Polley (Elise adulta) y Diane Kruger (Anna adulta) quedan en un segundo plano ante la pasión, la energía que emerge en cada plano de Juno Temple (Anna adolescente), cuya magnífica labor conquistando el corazón de Nemo y el del espectador justifica la desbordante alegría que llena a ambos cuando, a sus 118 años, éste nos dicta el veredicto de su elección.
No dudo en reconocer lo erróneo de la mayoría de mis decisiones, al menos en lo que a cinefagia se refiere. El arrepentimiento es casi la constante que rige los finales de las películas que veo. Y, sin embargo, no dejo de agradecer al desempleado brasileño que coció un huevo para que yo pudiera disfrutar de esta maravilla del séptimo arte. Espero que no pasen muchos años hasta que decida volver a hacerlo.
Información del autor: Miguel García-Boyano es un cinéfilo amante del cine dentro del cine. Proyecto de médico por la prestigiosa Universidad Complutense de Madrid. La definición más acertada que puede dar de sí mismo es a través de tres de las películas que más vueltas le han hecho dar a su cabeza: «It’s a wonderful life» (Frank Capra, 1946), «American Beauty» (Sam Mendes, 1999) y “La vie d’Adèle” (Abdellatif Kechiche, 2013).
Rosa María dice
Qué comentario sabroso, también tendré que leerlo varias veces y desde luego conseguir la película. Un abrazo.
Miguel dice
Muchas gracias. Me alegro de que le haya gustado. Espero que disfrute de la cinta.
Portillo dice
Muy buena película, espero que volver a verla pronto.
María dice
Un detalle para la interpretación…
Cuando Nemo viaja a Marte a tirar las cenizas de su esposa también se encuentra con Ana, lo que apoya la idea de que ella es su único amor verdadero y que aunque hubiese elegido un camino distinto desde el momento del tren, el destino le hubiera llevado a ella.
Además queda en el aire si tras este momento se hubiesen seguido conociendo o no. Por lo tanto esa interpretación eso… queda en el aire.
Pero terminando la película como termina, volviendo a el primer momento que la conoce en el el muelle… Creo que el detalle que he descrito es uno de los indicadores de que el autor intenta transmitirnos la predestinación absoluta de este amor.
Por cierto, gracias por esta ordenación cronológica de la película. Es la primera vez que la veo y me ha servido de mucho para entenderla mejor.
emanuel dice
Me encantó tu análisis, pero no estoy del todo seguro con el camino que toma. Me gusta pensar que Nemo se queda con su padre y luego se va con su madre cuando esta se pone en pareja con el padre de Anna y conviritiendose finalmente en el limpiador de piscinas, pero estaría inventando otra linea, Digo esto porque al final Nemo se sienta en el muelle con Anna, dejando ir a su madre. ¿Como llegaste a la conclusión de que se va con la madre realmente?
Por otro lado, el Nemo de 119 si bien creo que es real, me imagino que esta siendo escrito por Nemo en su maquina de escribir mucho antes de volverse ese anciano,
Saludos.