(Dirigida por Leonardo Favio – Argentina 1966)
Siempre el traidor es el vencido y el leal es el que vence.
Pedro Calderón de la Barca
En la ciudad de Mendoza, vive Aniceto (Federico Luppi), se dedica al negocio de los gallos de pelea. Parece no tener mayores habilidades para desenvolverse en otras áreas de la vida diaria. Su gallo blanco al que llama “Compadre” es su alegría gracias a esa multitud de victorias que él los toma como triunfos propios.
Del microbús que tiene la ruta de Luján descienden varios pasajeros, entre ellos Francisca (Elsa Daniel), una mujer de mirada buena. Aniceto la observa y le gusta. Al tiempo ya son una pareja que sobrelleva el paso del tiempo juntas. Ambos tienen un corazón lleno de alegría, pero esta situación no dura mucho, llega al pueblo Lucía (María Vaner), una mujer de gestos coquetos y modos sensuales. Aniceto cree saber de mujeres, piensa que tener una aventura con Lucía no va pasar nada. Ingenuo Aniceto, egoísta que solo piensa en él y no en Francisca, la única mujer que lo quiere en verdad.
Un final inesperadamente triste para una película que se luce por el lenguaje de las miradas, el de la piel, las lágrimas, la pasión, el amor. El manejo de cámaras de Favio es clave para observar la soledad en que se desenvuelven los personajes, pone énfasis también en las miradas, sobre todo en los primeros 15 minutos del filme. Por varios momentos el silencio invade el filme y una melodía inmensamente melancólica borda lo que observamos. Aniceto piensa que las mujeres lo aman y por eso siempre van a estar ahí a su lado, lo que desconoce es, que para ser amado es necesario aprender a amar primeramente. La actuación de Federico Luppi es excelente, obtendría Cóndor de Plata a mejor actor por esta película.
Mirtha dice
Muy buena síntesis, gracias!